El cine musical es una sucesión de fracasos. En general podemos resumir la historia de este género en el cine, diciendo que es una sucesión de éxitos teatrales que funcionaban y que llevados a la gran pantalla carecen de interés, tensión y (lo que es imperdonable en un musical) ritmo. Últimamente ni siquiera demandaba éxitos teatrales, sino cualquier colección de canciones populares con las que pudiese confeccionar una historia, aunque ésta estuviese cogida por los pelos. Estos experimentos han dado más momentos de pena (Mamma Mia) que de gloria (Moulin Rouge). Sin embargo Repo es "otro cantar".
Aquí nos encontramos ante un musical que pasó sin pena ni gloria en el circuito teatral alternativo(por no decir amateur) y que fue modificado casi desde los cimientos visual y musicalmente para crear una perfecta partitura para el cine. En ella no encontramos momentos "no musicales". Aunque las canciones terminan, un ligero acompañamiento musical nos guía hasta el siguiente tema, lo que evita bajones y pérdidas de interés, los diálogos semicantados son constantes en el metraje y la fuerza del grupo alcanza cotas extraordinarias en determinados momentos ("At the opera tonight").
Imaginad todos los defectos que hacían que el cine musical pareciese tedioso y aburrido en el salón de casa y todos ellos son resueltos en esta película. La atmósfera está adaptada, e incluso es modificada dependiendo de la canción. Prima la canción y no la "credibilidad" de la escena, con lo que el resultado es que la escena es más creíble en sí misma. En la mayoría de películas musicales, al contrario que en esta, trataban de dar un toque de cotidianidad a las canciones que destrozaban las escenas. Parece que casi ningún director antes que Bousman se percató de que no es normal ponerse a cantar y a bailar por la calle y tratar de hacer que lo parezca es totalmente absurdo. Es muy de agradecer que durante el metraje Bousman adapte el estilo a la canción y que no renuncie en ningún momento a crear un videoclip para narrar una escena.
Por lo demás, no voy a hablar de la historia que, como todas las historias puede gustar más o menos. Simplemente decir que no es una historia simplona, que tiene muchos matices, muchos dramas y dilemas morales. La prueba de que no es la típica historia de un musical es que en toda la película no encontramos ni una sola canción de amor. Eso no tiene nada de típico ni en el cine ni en el circuito teatral.
Por último, para los que todavía duden de si ver esta obra maestra o no. Si alguien me dice que una película es una obra maestra y en el reparto está Paris Hilton, yo tendría que comprobarlo.
Y lo más curioso de todo es que reconoceréis que lo es e incuso os gustará ese adorable y al mismo tiempo odioso papel de Paris interpretándose a sí misma (probablemente sin darse cuenta).
Es el musical perfecto. Tardaremos mucho en ver algo mejor, y desde ya os digo que no se verá superada por la esperadísima "Les Miserables"protagonizada por Hugh Jackman y Russell Crowe. Mi valoración no puede bajar del 10 sobre 10. Obra maestra.
Si comenzase esta entrada diciendo que la película que nos ocupa es de los años 70 u 80 no sería del todo incierto. A pesar de que “Drive” es una película realizada este mismo año, utiliza un estilo y ritmo narrativo más propio de otra época. Es lógico, por tanto, que despierte en nosotros añoranza al recordarnos aquellos tiempos en los que lo importante en el cine era una historia sólida. Antaño los protagonistas eran los actores y sus actuaciones y los efectos especiales eran un complemento, pero nuca el plato principal. Se sabían trasmitir sensaciones con largos planos. Por tanto no existía la necesidad de generar un ritmo frenético a base de cortes rápidos al son de una espídica canción (lo que yo llamo la generación del videoclip), para no perder el interés del espectador. Los silencios eran tan importantes como los diálogos y cada cosa tenía su tempo.
Estamos por tanto ante un producto vintage.
Pude notar todas estas sensaciones en los primeros minutos del metraje, una huida en coche que trasmitía tensión e intranquilidad sin necesidad de desenfreno ni persecuciones espectaculares. Inmediatamente después unos créditos que llamaron mi atención con una canción romántica bastante retro y una tipografía desenfadada y de color llamativo (todo muy ochentero).
El protagonista (Ryan Glosin) es un tipo callado que trabaja por una miseria en un taller de coches, trabajo que compagina con el de conductor especialista para películas. Al margen de sus ocupaciones legales hace de chofer en huidas de atracos. Se nos muestra además su carácter reservado, no quiere o no sabe relacionarse con las personas. Todo esto cambia cuando conoce a su vecina Irene (Carey Mulligan) y su hijo Benicio con los que entablará una estrecha relación. Al cabo de un tiempo el marido de Irene (Oscar Isaac) sale de la cárcel y regresa a su casa, trayendo tras de sí deudas de su pasado con gente del hampa. Nuestro protagonista ejercerá entonces de protector de la familia revelándonos su lado más oscuro.
Sería un ejercicio de halagos innecesario analizar uno a uno todos los aspectos de esta cinta, ya que estética, técnica, y visualmente está cuidada al detalle. Me limitaré por tanto a destacar la labor de Ryan Glosing actor canadiense que comienza a estar de moda. Con tan solo 30 años denota un gran magnetismo ante la cámara, siendo capaz de aguantar un primer plano como solo los grandes saben. Se nos hace además innegable su talento camaleónico debido a lo variado de los personajes que ha interpretado durante su carrera. A colación de todo esto mencionar que el papel iba a ser interpretado originalmente por Hugh Jackman.
Pero si hay algo reseñable por encima de todo en esta producción es su director Nicolas Winding Refn que, aunque ya demostró su destreza con películas como "Pusher", ha firmado con esta "Drive" su mejor obra hasta la fecha. Conviene seguir con suma atención su carrera que auguro estará repleta de joyas cinematográficas y premios.
Es curioso que en ningún momento del film se nos mencione el nombre del protagonista, dando así un halo más misterioso a su pasado, del que no se nos revela nada en toda la cinta. Es en momentos puntuales y pequeños detalles donde se nos muestra una inusitada violencia acompañada de una extraordinaria frialdad, permitiéndonos entrever que su vida ha estado rodeada de oscuridad. Es pues un personaje de contrastes, rudo y tierno al mismo tiempo.
La película se estrena el día 28 de diciembre en España, os pido desde aquí que no dejéis pasar la oportunidad de verla.
Hacía años que no disfrutaba de esta película, de la que solo recordaba que se trataba de una comedia graciosa, enésima muestra de la picaresca española y compilación de prácticas de dos sin vergüenzas muy duchos en el noble arte español de vivir sin dar un palo al agua. O mi memoria me traicionaba o yo estaba muy ciego a la hora de ver la película.
Esta película está muy bien interpretada, razonablemente bien dirigida (tiene grandes pinceladas aunque no destaca) , pero en lo que resulta totalmente extraordinaria es en su guión. Este es una joya firmada por Miguel Martín y José Luis Dibildos (sí, el padre de Lara) cargado de matices, simbologías y que, a la larga, resultó premonitorio.
La cinta se estrena en la España de 1959. No es cualquier año para nuestro país. Es el año del fin de las posturas autárquicas, el año en el que Franco se vio contra las cuerdas económicamente hablando y tuvo que cambiar la España autarquica con vocación totalitaria por la nueva España industrial y aperturista que nació precísamente del famoso "Plan de Estabilización Económica", porque el no hacerlo podría llevarle a un serio riesgo de revolución interna. Dicho de otro modo, había que lanzarse al mercado, empezar a competir y buscarse la vida como país dentro del mundo.
Justamente de eso trata esta película, de buscarse la vida. Se puede leer como una comedia costumbrista graciosa y sin pretensiones más allá de hacer al público pasar un buen rato. Si esa es la opción de espectador esta es una de las mejores películas que el cine español ha dado. Sin embargo, si se pretende ver una película profunda que aborde los cambios que España estaba a punto de afrontar, el resultado como espectador es sencillamente asombroso.
Resumiendo y, dicho sea de paso, haciendo algún spoiler el argumento de la película se puede resumir del siguiente modo:
Tres amigos (Tony Leblanc, Antonio Ozores y Juan Calvo) con muy poquita vergüenza se han dedicado toda su vida a estafar a sus compatriotas, viviendo cómodament sin hacer nada que se parezca mínimamente a un esfuerzo. El problema llega cuando uno de estos amigos se enamora de una mujer (Concha Velasco) que solo se plantearía una relación si el muchacho se hace honesto, con lo que tiene que dejar de ser un estafador.
Este muchacho toma conciencia de lo importante que es ser honrado. Rapidamente convence a uno de sus amigos para seguir su camino a la decencia y el trabajo y reniega de la noche a la mañana del amigo que se opone a dicho cambio (véase que la foto de aquel año fue aquella en la que Franco abrazaba a Eisenhower, cuando apenas quince años antes el amigo preferente era bien distinto). Emprenden entonces dos de estos amigos un viaje al mundo desconocido en el que tienen que someterse a unas reglas para ganarse el pan. En este momento es curioso el detalle de que lo primero que la sociedad haga para darles dinero sea literalmente chuparles la sangre.
Tras alguna intentona frustrada descubren el filón que se presenta en Madrid con las rutas turísticas y crean una empresa para satisfacer dicha demanda. Sin ermbargo en lugar de mostrar las bondades monumentales de al capital de España, se dedican a llevar a extranjeros (representados con todos los tópicos posibles) a funerales y al bar de un amigo a cambio de la pequeña fortuna de trescientas pesetas por cabeza. Esto, a pesar de ser una estafa manifiesta, no es vista como tal ni por el espectador ni por la enamorada del protagonista. Estafar a extranjeros no es estafar, y los siguientes años demostraron que hasta hoy ese concepto sigue en plena vigencia (tomad una caña en la Plaza Mayor de Madrid o tomaros una ración de seis boqueroens en vinagre por cuatro euros en Benidorm y veréis que es cierto).
Sin embargo al final siempre hay peces más gordos que nuestros protagonistas y éstos los anulan, no comiéndoselos, sino dándoles una limosna para que se sientan contentos.
Y así terminan, estafados aunque convencidos de que han triunfado en la vida, como muy bien simboliza el último plano, en el que salen conduciendo un coche muy inferior al que ellos soñaban, con unas parejas también contentas y con el Arco de la Victoria de Moncloa, que conmemora el triunfo de las tropas nacionales sobre las republicanas. El simbolismo es evidente.
Este último detalle pasó la censura. Sin embargo no es lo único que se les escapó a estos concienzudos funcionarios. Todos estos pequeños detalles que los guionistas se preocupaban de ocultar entre las líneas del guión hacen de esta obra algo interesantísimo. Paso a enumerar algunos de ellos, así como otros detalles revolucionarios para la época.
- El papel de la mujer en esta película: Creo que es el primer caso en el que veo que las dos protagonistas femeninas son profesionales con trabajo mientras que los varones son unos pobres desgraciados que no tienen de dónde sacar un duro de forma honrada. Es más, a estas mujeres les trae sin cuidado el poder adquisitivo de sus parejas sino que les preocupa solo su honradez. Y eso no solo se queda ahí, sino que estas chicas fuman y es a ellas a las que recurren los dos protagonistas varones para buscar un socio capitalista para sus proyectos. Así pues, son las mujeres el recurso para progresar de los varones sin trabajo. No olvidemos que corría el año 1959.
- Minuto 28:36- Comparten el mismo plano una cárcel, una iglesia y un fabricante de lápidas. La siguiente frase es "No hay nada como la libertad". ¿Casualidad?
- Solo se menciona a unos trabajadores honrados una vez en la película y la honradez brilla por su ausencia. En un primer momento uno cree que son estafadores, pero el guión tiene el atino de no aclarárnoslo.
- Como he citado antes, lo primero honrado por lo que ganan dinero es porque les saquen la sangre.
- En el minuto 40 un personaje dice "No hay derecho, no sé qué pretende el Gobierno...", la reacción de su compañero de mesa es hacerle un gesto para que calle. En la escena siguiente un tendero se queja de los impuestos.
- En el minuto 54:20 se hace referencia a la migración de españoles a Francia para ver películas de destape. "Pensarán que van a ver cosas como en París" dice al hablar del hecho de que su agencia de viajes sea solo para adultos.
- A la hora y catorce minutos de metraje, Antonio Ozores habla con Concha Velasco de un coche que quiere " a tres colores". La respuesta de Concha velasco es "Como una bandera ¿verdad?". A ver, ¿qué bandera tricolor os viene a la cabeza en la historia de España? Más tarde Ozores se encuentra hablando del mismo coche ante el que más que probablemente será su futuro jefe, en ese momento le menciona los tres colores y él mismo se corrige..."o de dos en todo caso".
- La misma persona que los contrata dice más tarde en privado para justificar el contrato: "hay que evitar la competencia, se empieza por un poco y se acaba por el todo, en cambio dándoles un sueldo fijo ya se sabe que nunca pueden llegar a nada". Eso resume perfectamente cómo Franco consiguió morir en la cama sin una importante oposición interior. Dejar las cosas como estaban era deporte nacional y conformarse. Al fin y al cabo hacía poco que se había pasado hambre en España.
Lo dicho, que esto no es una película más, es un hito en nuestro cine. Una película que tristemente se está olvidando entre las nuevas generaciones.
Para situar debidamente a mis lectores, debería comenzar mencionando que “Nirvana” es una película de producción italiana rodada en 1997. El tándem ciencia ficción-Italia no es precisamente sinónimo de calidad. Nuestras expectativas no mejorarán si añadimos que además está protagonizada por Christopher Lambert (Los Inmortales), que hundió su carera rodando películas de bajo presupuesto que, en su mayor parte, fueron un desastre. Por lo tanto estamos ante una película a la que podríamos catalogar de “serie z” dirigida por Gabriele Salvatores (director italiano con casi 30 años de carrera).
Jimi Dini (Christopher Lambert) es un programador de videojuegos que trabaja para la corporación Okosama Star. Cuatro días antes de entregar su último videojuego, llamado “Nirvana”, un virus entra en su ordenador infectándolo y dando consciencia a “Solo” (el protagonista del juego) de que es un personaje. “Solo” pedirá a Jim que lo borre porque no puede soportar una vida virtual en la que repite día a día las mismas situaciones. Jim entablará entonces una amistad con Solo que le llevara a revelarse contra la Okosama Star. Abandonará así su cómoda vida y se adentrará en los suburbios en busca de algún Ángel (hacker) capaz de volar por la red y adentrarse en los servidores de la Okosama. Su objetivo será destruir la copia de Nirvana y liberar de este modo a su virtual amigo.
La película parte de una idea curiosa e intenta generar complicidad entre los protagonistas, pero el argumento es tan errático y enrevesado que nos hace perder interés en el resultado de sus acciones. El personaje de Solo (un mafioso italiano) aporta humor a la cinta, realizando las veces de secundario cómico. El apartado estético nos recuerda al de los films de finales de los 80 de ambientación ciberpunk, con cibertecnología y grupos marginales organizados. De este modo la variedad de escenarios entre el mundo de “Nirvana” y el mundo real, así como la decadencia de ambos esta lograda.
Dentro de “Nirvana” los personajes se ven casi en blanco y negro con la excepción de partes de la imagen que se intentan resaltar en colores vivos y cambiantes durante la escena (muy en la línea del juego de colores de “Sin City” pero una década antes). En este tema chapó.
Los efectos virtuales realizados por ordenador que se nos muestran dentro de la red son francamente vergonzosos.
Así pues podríamos decir que “Nirvana” es una película con una buena idea e irregular desarrollo. Es evidente que su visionado no es obligatorio. La recomiendo para todos aquellos que gusten de una película entretenida de “serie b” sin pretensiones pero muy profunda y original. Por supuesto advierto a los que busquen un film serio con un acabado impecable que huyan lo más lejos posible de esta cinta.
En el año 2002 veía la luz en Estados Unidos Equilibrium, una película dirigida por Kurt Wimmer, un conocido director de videoclips y reputado guionista, que además firmó también el guión. El reparto a día de hoy resulta resaltable. El oscarizado actor Christian Bale (Batman Begins) protagonizó este film, rodeado de secundarios de excepción como Sean Bean (El Señor de los Anillos) o Dominic Purcell (Prision Break).
La cinta nos sitúa en un mundo regido por un régimen totalitario tras una guerra mundial. En esa sociedad, mediante el riguroso y controlado consumo de un medicamento las personas han suprimido los sentimientos. El resultado es que sentir está prohibido y todo lo que hace sentir también. No se permite el arte, el cine, la música, los libros, el amor, etc. Este sistema es controlado por un dictador al que se conoce por el nombre de “El Padre”. A sus órdenes, un grupo de agentes especiales llamados “Clérigos” son los encargados de cumplir y hacer cumplir su voluntad. Todo lo que hace sentir debe ser eliminado, todos los que no toman su dosis y comienzan a sentir son exterminados. Sin sentimientos no existe el odio, sin el odio no existe la guerra.
Un día John Preston (Christian Bale), el clérigo más importante de todo el sistema, pierde su dosis. A partir de ese momento comenzará a sentir de nuevo y por tanto a cuestionarse el objetivo de sus actos.
La película fue comparada por algunos críticos (faltos de literatura ciberpunk) con “Matrix” debido a lo espectacular y trepidante de sus escenas de acción. Pero al igual que “Matrix”, lejos de ser solo acción, queda patente a lo largo de la cinta un mensaje más profundo y político sobre los futuribles de nuestra sociedad. Por ello no se nos ocultan ni disimulan las influencias de libros como “Farenheit 451” o “Un mundo Feliz”.
Lo realmente increíble es que a finales de 2011 esta película sigue sin ser editada en España. No hablamos de una película realizada para televisión, hablamos de un film con actores de primera categoría, con un argumento interesante y con un gran sentido de la acción.
Por motivos que el que escribe estas líneas no alcanza a comprender, la película ha sido rechazada por la crítica, pero apenas nueve años después de su estreno americano se ha convertido fuera de nuestras fronteras en un film de culto para el público.
Es bien cierto que todo lo que tengo que decir sobre esta obra no son halagos, ya que en algunos momentos las situaciones son forzadas en exceso y pueden llegar a hacer perder credibilidad a la historia. Aun así estamos ante una película de notable calidad.
Sirva pues como motivo de reflexión el hecho de que obras así no se editen en España mientras que películas nefastas de todos los géneros inundan las carteleras año tras año. Es uno de los más destacados casos de turbiedad en el mundo de la distribución cinematográfica.
Pocas veces la crítica y el público están tan en desacuerdo, mientras en páginas como en “IMDB” (Internet Movie Data Base) tiene una media de 7,7 sobre 10 tras haber sido votada por la nada despreciable cifra de 117,201 usuarios, la recopilación de críticos de “Roten Tomatoes” la otorga un 37%.
Mi opinión es que sobradamente merece el 7 sobre 10 con el que la evalúo.
Cuando era muy pequeño leí un libro que me resulto impresionante. Era emocionante y crudo, era esperanzador y desperanzado, era dulce y salado, era a mi entender la esencia pura de la venganza. Su protagonista se llamaba Edmundo Dantés, su autor Alejandro Dumas y la obra “El Conde de Montecristo”.
Con el paso del tiempo he podido comprobar cómo la venganza ha movido a la humanidad durante miles de años, provocando asesinatos y guerras. Este poderoso sentimiento ha sido fuente de inspiración para los artistas que más o menos hábilmente lo han plasmado en libros, obras de teatro y, cómo no, desde la invención del cinematógrafo en películas. Hablar, por lo tanto, sobre una película cuyo tema principal es la venganza puede resultar poco motivador. Sin embargo esta película lleva el planteamiento más allá, más allá de la venganza, más allá del ojo por ojo, mucho más allá.
“Encontré al diablo” nos presenta dos personajes principales: un despiadado asesino de mujeres llamado Kyung-chul (Min-sik Choi) quien se hizo famoso tras su interpretación de (Dae-su Oh) en la magistral “Old Boy” y Kin Soo-hyeon (Byung-hun Lee) un agente especial que, tras sufrir la trágica pérdida de su mujer a manos de Kyung-chu, decide encontrar al asesino de su mujer y dedicar su tiempo y energías a torturarle e impedirle hacer daño a nadie más.
Quizás para algunos sería algo exagerado tratar a “I Saw the Devil” de obra maestra absoluta del cine. Por el contrario yo diré sin titubeos ni adornos que este film es una de las mejores películas del año y uno de los mejores thriller de la última década. Es sencillamente venganza en estado puro. La cinta trasmite sentimientos permitiéndonos empatizar con un hombre cuyos vengativos actos son humanamente aborrecibles.
El apartado técnico es realmente bueno. Cada plano y cada imagen son sencillamente perfección rodada sobre una película de 35 milímetros. Con la excepción de la magistral “Old Boy” (también coreana) no recuerdo haber sentido sensaciones iguales desde aquel lejano día de mi niñez en que leí como Edmundo Dantés completaba su venganza.
Aviso importante: este tráiler contiene spoiler.
No puedo resaltar ni un solo apartado negativo, y me rindo ante su directorJoe-woon Kim y su novel guionista Hoon-jung Park